Mediante su predicación y enseñanza, los apóstoles y los profetas del Nuevo Testamento pusieron el cimiento de la iglesia (Efesios 2:20), y nosotros, en generaciones posteriores, edificamos sobre ese fundamento. Sin embargo, los hombres no fueron ese cimiento, sino Jesucristo (1 Corintios 3:11). Él también es la piedra angular que afirma el edificio (Efesios 2:20). Para que la iglesia permanezca, no puede construirse sobre meros hombres.
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